La industria de la biotecnología tiene más de medio siglo de historia y sus aplicaciones van desde el área alimentaria hasta la farmacéutica, la ambiental, la agropecuaria o la propiamente industrial (desarrollo de nuevos materiales).

Aunque Estados Unidos siempre ha mantenido un liderazgo indiscutible en el crecimiento del sector y su tejido empresarial está formado por 2.270 empresas que, en 2017, generaron unos ingresos de 106.900 millones de dólares, España también tiene una posición destacada en este campo. De hecho, es el segundo país con más empresas de biotecnología en el mundo y, a pesar de los recortes que se han hecho en investigación, la inversión en 2017 en empresas tecnológicas creció un 50%. Según los últimos datos, la aportación total del sector a la economía alcanza ya el 7,8% del PIB español.

Mediante la combinación de ciencia e ingeniería con métodos que utilizan los organismos vivos, compañías como Merck, Celgene, Oryzon o Roche desarrollan, entre otras innovaciones, medicamentos y terapias biológicas que mejoran la vida con más rapidez, especialmente contra el cáncer y las enfermedades neurodegenerativas.

Aunque actualmente,  el sector biotecnológico no es de los sectores más fuertes en los mercados financieros, sí debe mirarse como un sector de futuro, puesto que tanto las crecientes necesidades farmacéuticas y clínicas que origina el envejecimiento de la población como el reto que el cambio climático implica para la humanidad, requieren de las grandes aportaciones en I+D+I que generan este tipo de empresas.

Tanto es el interés que despierta la biotecnología en el mercado, que en EEUU existe un índice específico de este sector: el NASDAQ Biotechnology, que en el último trimestre ha crecido cerca de un 12%.