El economista Santiago Niño-Becerra, quien fue uno de los pocos divulgadores capaz de predecir la crisis económica de 2008 cuando todo el mundo hablaba de ciclo sin fin, afirmó en un reciente libro suyo que hacia la década 2060, como mínimo el 30% de la población en edad de trabajar, no trabajará. Pero no porque no encuentre trabajo, sino porque ya no hará falta.

Asistimos a la revolución tecnológica más intensiva en capital jamás vista. Fábricas que funcionan prácticamente solas, máquinas que reparan otras máquinas, coches autónomos, IA´s que diseñan o escriben al nivel de periodistas… A día de hoy, todavía son fantásticas herramientas de trabajo que disparan nuestra productividad, pero pronto muchas de las labores a las que nos sometemos 40 horas a la semana, pasarán a ser ejecutadas por robots. Y ese será, según el economista de Barcelona “el fin del capitalismo”.

Por lo que según la tesis de Niño-Becerra, será sencillo, o todo el mundo trabajará menos horas para que pueda seguir habiendo espacio para todos, o dicho 30% vivirá subsidiado del restante. No habrá otra.

Para quien quiera efectuar una visión más profunda, sus reflexiones pueden encontrarse en el libro Capitalismo 1679 - 2065.

Sin embargo, este futuro al que parece que nos acercamos de forma acelerada, me hace reflexionar de la famosa jornada reducida de 4 días de la que tanto se habla. Y es que el Gobierno de España ha aprobado un plan de nada menos que 150.000 euros, para cada pyme que decida implantar dicho modelo con un compromiso mínimo de 2 años, sin tocar el salario de sus trabajadores.

Sobre el papel, la jornada reducida no es más que el paso de trabajar 5 días, como a día de hoy se hace, a 4 días, principalmente de lunes a jueves. Está claro que en muchos trabajos será de difícil implantación, y posiblemente requerirá de turnos más rotarios, mientras que en otros (más relacionados con las profesiones liberales) se irá adoptando de forma gradual.

En el momento actual, estos son los argumentos a favor y en contra de los que goza:

Por el lado positivo, está claro, más tiempo libre, conciliación, y salud mental, siempre y cuando se mantenga el mismo salario.

No obstante, el jaleo mediático llega cuando la examinamos desde el otro lado de la moneda. Y es que el salario depende de la productividad, por tanto si trabajamos menos, o cobramos menos, o el dueño de la empresa tendría que empezar a despedir personal para que las cuentas salgan.

Sin embargo, hay una derivada. Y es la tangente por la que desde los albores de la I Revolución Industrial, cada vez hemos sido capaces de trabajar menos número de horas (de 16 horas al día a 12, 10 y hoy 8 horas), mejorando nuestra salud, nuestro confort, nuestros salarios, nuestra calidad de vida, y encima con un incremento demográfico de hasta diez veces desde 1679 hasta nuestro días.

A ese incremento de la producción, pese a la reducción del número de horas laborales, se le conoce como productividad, y viene de incorporar procesos tecnológicos en tareas repetitivas, pesadas y aburridas.

¿Alguien de verdad cree que es el fin de la historia?, ¿Qué todo proceso tecnológico que se podía dar, ya se ha dado?, ¿O Por contra la tecnología seguirá evolucionando?

Empresas como Perpetual Guardian, Tree House Tech o Monzo Bank son solo tres ejemplos de como ya antes de 2020 implantaron la jornada laboral de 4 días con sendos aumentos en la productividad, compromiso de sus trabajadores y menor tasa de absentismo laboral.

Por el lado negativo, un gigante como Amazon (AMZN) también intentó lo propio, pero tuvo que abandonar debido a retrasos en los plazos de entrega. Veremos si cuando vayan incorporando los drones en sus repartos son mucho más productivos que conduciendo por ciudades. Mientras que Ryanair (RYA.IR), también intentó aplicar la jornada laboral de cuatro días en 2018, pero tuvo que abandonar por problemas de productividad.

Y es que, como todo experimento social. lleva tiempo y no siempre sale bien. Al fin y al cabo, no pasamos de trabajar 70 horas a la semana a 40 en dos días.

Sin embargo, lo cierto es que de alguna forma, esa reducción de jornada ya se ha ido dando de forma progresiva. A principios de la década de 2010, trabajábamos 5 días, 8 horas a la semana, de lunes a viernes, incluso sábados por la mañana. Hoy, en muchas empresas -y de forma libre- los viernes por la tarde ya no se trabaja. Y desde la pandemia, y también de forma libre, otras muchas empresas mantienen un modelo híbrido de trabajo en el puesto y teletrabajo.

Por este motivo, la jornada de cuatro días, llegará de forma libre y natural o no llegará. Pero jamás será por la ayuda de ningún gobierno. Eso no será más que otro privilegio que pagarán los que más horas echen, como el Estado acostumbra a hacer con todo. Y peor aún, una vez el proyecto se acabe y el Estado retire sus fondos, las empresas podrían encontrarse con un importante agujero en sus cuentas, por culpa de una subvención que venía envenenada.

En definitiva, en nuestras manos está que la jornada laboral de cuatro días sea un hito que se conquiste, como se han conquistado todas nuestras mejoras sociales: A base de mejora tecnológica y productividad. Si no, correremos el riesgo de que se quede en otro simple experimento social que durante unos pocos años, privilegió a los más listos de la clase.