Todas las empresas acaban pasando por el mismo ciclo de vida; nacen, explotan, maduran y finalmente mueren o se transforman. Lo verdaderamente significativo, es cuánto puede llegar a durar la tercera etapa, cuánto tardan en “madurar”, si 100 años como es el caso de Coca – Cola (KO) o Johnson & Johnson (JNJ), o menos de 10, como parece ser el caso de la empresa liderada por Elon Musk. Y es que, en apenas cinco semanas, Tesla (TSLA) ha pasado de ser la niña bonita del Nasdaq a convertirse en el valor más castigado del “Magnificent Seven”.
Hace apenas una semana, en plena gresca pública entre Elon Musk y Donald Trump, el título se desplomó un 14%. Y, lejos de encontrar suelo, la acción volvió a ceder otro 7% este lunes, después de que Musk anunciara su intención de fundar un nuevo partido político, con lo que la caída acumulada en 2025 ronda ya el 21%.

Ante semejante derrumbe bursátil llegó la primera cabeza rodante de la alta dirección: Omead Afshar, uno de los lugartenientes más cercanos a Musk desde la construcción de la gigafactoría de Texas.
¿Castigo a Tesla o fin de ciclo?
Pero, distracciones políticas a parte… ¿Estas caídas podrían vaticinar el fin del ciclo dorado de Tesla? Lo cierto es que existen motivos para pensar en esa dirección.
En primer lugar, tenemos las caídas de las ventas en Europa por séptimo trimestre consecutivo. Han registrado auténticos desplomes -un 64 % menos en Suecia, 62% en Dinamarca, caídas del 66 % en Italia-, hasta reducir su cuota continental al 7,2%. Además, sobre el conjunto del negocio, la foto tampoco mejora: las entregas mundiales del segundo trimestre fueron un 13% menos que hace un año. Y todo ello a pesar de que el sector de los vehículos eléctricos creció un 15% a nivel global para dicho periodo.

Para evitar dicha sangría, el equipo de Musk tuvo que recortar precios sobre sus modelos estrella, en ocasiones hasta un 20% -como ha sido el caso del Modelo Y-. Y ni con esas la cosa funciona: menores ventas a menores precios, lo que supone un claro agujero primero en su partida de ingresos y posteriormente en la de beneficios.
A Tesla se le acumulan los problemas
Y es que el problema es que su gran competidor chino, BYD, es capaz de soportar descuentos de hasta un 34 % en 22 modelos -partiendo de precios ya de por sí más bajos-. En este sentido, BYD ha podido igualar sus matriculaciones europeas a la altura de los Tesla, y posiblemente el sorpasso está a la vuelta de la esquina. Y a la presión comercial se suma la política. El rifirrafe con Donald Trump arrancó a principios de junio y, lejos de apagarse, se alimenta a diario: tras el anuncio del “America Party”, que pretende fundar el magnate sudafricano, el ahora presidente Trump vuelve a afirmar que Musk está “fuera de control”, y amenazó nuevamente con retirar los subsidios a Tesla y SpaceX.
Con todo, entre tanta crisis comercial a la par que política, la paciencia de varios accionistas institucionales parece que ha llegado a su fin. Y no en vano, hacia finales de junio, firmas como Azoria Partners y gestores históricos como Ross Gerber enviaron cartas públicas al consejo de Tesla exigiendo que Musk “vuelva a poner Tesla en el centro de su agenda” o, de lo contrario, estudien relevarle. Al final, simplemente vienen a recordar que un solo tuit de Trump ya borró 150.000 millones USD de la capitalización de Tesla, y temen nuevas represalias reguladoras justo cuando el programa de robotaxis necesita luz verde federal.
En definitiva, aunque Tesla siempre fue una empresa hinchada, por lo menos era de esas compañías que siempre iba a más. No obstante, entre tanta presión tanto comercial, como política, cabría pensar si el fin de ciclo de la compañía está próximo, al menos como un actor hegemónico en el panorama bursátil.
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