Durante las últimas dos comparecencias, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, fue bastante claro. El objetivo de la subida de tipos de interés tan acelerada es pinchar la burbuja inmobiliaria que se ha creado durante los dos últimos años, y que en parte es responsable directa de la elevada inflación.

Así pues, parece que los efectos ya empiezan a notarse. Según el diario The Economist, “a medida que la recesión vaya contagiando a los diferentes países de Europa y se profundice en EEUU, los precios de la vivienda caerán considerablemente, posiblemente no provoquen una nueva crisis financiera como en 2008, pero dejarán un reguero de personas arruinadas”.

En algunos países como Canadá o Suecia, la vivienda ya cuesta un 9%. Es cierto que en EEUU, las caídas en los precios aún son insignificantes, pero sí que es destacable que ya hay datos que indican desaceleración. Por ejemplo el TAE, que llegó al 7,15%, es el más alto en dos décadas, mientras que la construcción de nuevas vivienda cayó un 8,1% durante el mes de septiembre, al igual que el número de viviendas de segunda mano vendidas.

Todo este proceso está encareciendo el precio de la vivienda para los nuevos compradores, que previsiblemente reducirán su demanda (ante tanta subida de precios), mientras que quienes ya pactaron una hipoteca a renta variable, podrían ver que el precio de la misma superase el valor real de la casa, cuando los precios empiecen a bajar.

Precisamente por ello, países como España o Hungría han propuesto congelar las subidas de las cuotas de las hipotecas, mientras que en EEUU el gobierno federal ha suscrito dos tercios de las hipotecas concedidas desde la pandemia. Eso sí, si se congelan dichas cuotas, y no son los propietarios quienes paguen sus hipotecas, acabarán siendo los contribuyentes.