De sobra es sabido que siempre hay gente que se lucra con las guerras y la bolsa nos da buena muestra de ello.

La cotización de las empresas armamentísticas sube notablemente cada vez que hay un conflicto armado o una situación de riesgo que lo pueda desatar, como ya se vio con la guerra de Irak (2003), con la Primavera Árabe y la guerra de Siria (2011) o con la crisis en Ucrania y la invasión de Crimea por Rusia (2014).

Asimismo, todos estos conflictos de nuestro siglo, unidos a la creciente oleada de atentados terroristas y a la amenaza nuclear de Irán y Corea del Norte, están haciendo que la idea de una posible III Guerra Mundial cobre fuerza y que las empresas del sector armamentístico rompan máximos históricos, sobre todo, desde la llegada de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos.

Los inversores se están apostando por compañías como Saab, dedicada a la alta tecnología para la defensa y que, en el último año, se ha revalorizado un 50%; o como General Dynamics, el quinto mayor contratista de defensa del mundo y que ha crecido un 40% en el mismo periodo.

Y, como ejemplo más reciente, tenemos el repunte del 3% que este lunes, 22 de mayo, registró Lockheed Martin, el mayor fabricante de armas a escala mundial, tras los acuerdos militares que, por un valor de 110.000 millones de dólares, han firmado Estados Unidos y Arabia Saudí  para hacer frente a las amenazas de Irán.