Las inversiones verdes, que no atraviesan su mejor momento, acaban de recibir un nuevo golpe por parte de BlackRock (NYSE:BLK). Y es que el mayor gestor de activos del mundo ha abandonado la iniciativa climática Net Zero Asset Managers (NZAMI).1NZAMI es un pacto trasnacional que buscaba dar respuesta a los desafíos climáticos desde una perspectiva social mediante las conocidas como estrategias ESG (ambientales, sociales y de gobernanza). Sin embargo, lejos de ser una decisión económica, parece evidente que la presión política ha sido fundamental. Y es que BlackRock ha justificado su decisión debido a la «confusión» sobre sus prácticas y las presiones legales de los políticos republicanos en EE.UU., que acusaban a la firma de perjudicar industrias como el carbón y elevar los precios de la energía.
Por ejemplo, en el último año, Estados liderados por Texas demandaron a BlackRock alegando que su activismo climático perjudicó la economía energética local. Este no es el primer varapalo que recibe el movimiento ecológico: ya en 2022 Vanguard también abandonó dicho pacto. Y ahora con la reciente victoria de Donald Trump, y todo el partido republicano volcado en torno a su gabinete, la situación no parece que vaya a mejorar en el medio plazo. No obstante, también hay que añadir que otros gigantes como State Street (NYSE:STT) y JPMorgan (NYSE:JPM) siguen comprometidos con la NZAMI.
El problema de los fondos ESG: promesas incumplidas
¿Y más allá de presiones políticas? ¿A qué se debe tal fuga de capitales? Pues esencialmente a que las iniciativas ESG no estaban siendo tan rentables como se esperaba. Y no solo eso, además falta capital físico y tecnología. En consecuencia, lo que ha ocurrido es que entre 2022 y 2024 prácticamente todos los fondos ESG del mundo han quedado lejos de las expectativas iniciales. Es cierto que prometían ser una solución ética y rentable, pero se han acabado enfrentado a problemas significativos:
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Rentabilidad inferior frente a fondos tradicionales, en parte por las estrictas restricciones sectoriales. Y la mayoría de las veces enfrentándose a unas pérdidas del 40% o 50% del fondo
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Desconfianza de los inversores ante la falta de claridad y la inconsistencia en los criterios ESG.
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La percepción de que algunos fondos eran más «greenwashing» qué estrategias sostenibles reales.
En consecuencia, toda esta mala praxis se ha traducido en una reducción de flujos de entrada de capital durante los últimos tres años,

Y claro, si no entra capital, no llegan los resultados. Y si los resultados no son positivos, muchos inversores empiezan a replantearse si los objetivos éticos deben primar sobre la eficiencia y la rentabilidad.
¿Tomará nota la Unión Europea?
Con todo, el mundo está virando hacia la productividad a pasos agigantados. Por ejemplo, mientras que en EE.UU. y China se prioriza la eficiencia tecnológica en campos como la computación cuántica, la inteligencia artificial o la carrera espacial, la Unión Europea parece seguir enfocada en regular tanto la tecnología disruptiva como el uso de combustibles fósiles, único camino en la actualidad para alcanzar una alta eficiencia.
En consecuencia, dicha losa regulatoria acaba siendo contraproducente, pues limita la competitividad y frena la innovación disruptiva en un contexto donde el resto del mundo avanza rápidamente.
En definitiva, la salida de BlackRock de la NZAMI es un llamado de atención. En un panorama donde la eficiencia parece imponerse sobre la ideología, quizá sea momento de reevaluar la composición de nuestras carteras, buscando un equilibrio entre sostenibilidad e innovación tecnológica.
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