¿Apagones eléctricos masivos? Es algo que en España nos parece lejano y prácticamente imposible. Sin embargo, es algo que en determinados países desarrollados han ocurrido aunque de forma muy puntual y reducida. Entre ellos, podemos encontrar el apagón de Quebec de 1989 que en la mañana del 13 de Marzo de 1989 dejó a 6 millones de personas sin electricidad o el Gran Apagón que hubo entre el Este de Dinamarca y el Sureste de Suecia a finales de Agosto el 2003, el cual dejó durante quince días a 5 millones de personas sin luz.

Así pues, el pasado 30 de Octubre Austria a través de su Ministerio de Defensa desclasificó una guía acerca de qué medidas personales tomar en caso de un Gran Apagón que mantuviera no solo el país, sino buena parte del continente europeo a oscuras durante días. Compra de velas, camping gas, alimentación no perecedera o tener el tanque de gasolina por encima de la mitad son algunos de sus consejos. En palabras de su portavoz, Klaudia Tanner, “un apagón general supondría el mayor desastre económico y social para los pertenecientes a generaciones en edad de trabajar”. Lo más escalofriante de este comunicado es que advertía “que la cuestión no era preguntarse si ocurriría, sino cuando ocurriría” y “posiblemente en un plazo anterior a cinco años”.

Sin irnos muy lejos, en el país vecino, Suiza, también ven peligro de un posible blackout futuro debido a la escasez de energía, y no solo ya han tomado medidas de tipo político como prevenir a su ciudadanía con informes similares, sino medidas de corte energético como poner en cuarentena temporal la transición ecológica, que es donde reside el problema de fondo. Con todo, Suiza prevé la apertura de más de 2.000 pequeñas centrales térmicas de gas (actualmente cuenta con 950) y ya hay expertos que demandan la construcción de una central nuclear.

Y, ¿Cómo afecta esta situación a España? Actualmente en la producción de energía eléctrica para el consumo, más del 50% proviene de las renovables, el 27,5 % es producida en centrales de ciclo combinado (quema de gas comprado a países como Argelia) y las escasas centrales nucleares de las que disponemos, y en torno a un 10% extra es comprada a Francia por sus excedentes de energía eléctrica fruto de sus 58 centrales nucleares, que les permiten anualmente vender la mitad de energía eléctrica que producen. Y esta, por cierto, es nuestra única conexión con la red eléctrica europea, ese 10%. Prácticamente se podría afirmar que somos una isla energética.

Aunque las causas que nos advienen de ese posible blackout europeo son bastante indeterminadas, desde sobrecargas por picos de demanda, hasta fallos técnicos debido a la mala calidad de la energía, pasando por tormentas solares (como la que originó el apagón de Quebec de 1989), lo cierto es que los expertos dicen que el riesgo de apagón en nuestro país es escaso, algunos apuntan que entre un 0% y un 0,1%. Otra cosa es el coste de la energía.

La razón principal es que nuestra red eléctrica se autoabastece en el 50% de la energía producida (aunque dependa de días soleados, del viento y la lluvia) en nuestro país, mientras que la mayor parte del otro 50% depende de nuestras relaciones con Argelia, principal abastecedor de gas a través del gasoducto de Medgaz. Sin embargo, puede ocurrir que nuestra dependencia del gas nos lleve a precios cada vez más altos debido al incremento mundial de la demanda de gas y el cierre de centrales nucleares ocurrido en España.

Y es en este punto donde entran las centrales nucleares. Tan solo entre una o dos más, no solo reduciría nuestra dependencia con Argelia, sino que nos ayudaría a paliar la incertidumbre en caso de condiciones climatológicas adversas que desembocarían en cortes de suministros. Además tal y como apunta el divulgador energético Alfredo García en su libro la energía nuclear salvará al mundo, esta no produce emisiones de CO2 y lejos de lo que podríamos pensar, su riesgo de accidentes (como el de Chernóbil) es prácticamente nulo. Por otra parte, de nada sirve dárnoslas de moralista eliminando las pocas centrales de las que disponemos si nuestros vecinos franceses tienen 58 centrales operativas. La radiación en caso de gravísimo accidente no entiende de fronteras.

De esta manera, el problema de nuestros vecinos de Europa es que sus renovables son de escasa calidad; los días no son tan soleados, ni con tanta intensidad como los nuestros y el viento no sopla todo lo que necesitan (solo se salvan en la abundancia de agua).
De ahí deduce que exista una brecha energética que pueda llevarles a apagones en la próxima década: Si se reduce la producción de energía a través de medios no renovables antes de que las verdes estén lo suficiente desarrolladas y sean lo bastante ponentes como para dar respuesta a la demanda europea, podrían producirse apagones masivos, mortales para la economía. Pero, si se mantiene la carbonización (como acaba de anunciar China) y las centrales nucleares (incluso se promueve la construcción de alguna más) , hasta que las renovables estén lo suficientemente desarrolladas como para dar respuesta a toda Europa, entonces podría evitarse todo ese colapso energético. Pero claro, las políticas de carbonización y centrales nucleares chocan de bruces con la ideológica Agenda Europa 2050, que desea (e impone) una Europa 100% verde y limpia.