Desde que, en 1992, se empezaron a imprimir los primeros prototipos capa por capa, la impresión en 3D ha evolucionado mucho y ha dado lugar a múltiples aplicaciones en diversas industrias, gracias a la introducción de diferentes materiales. 

Actualmente, esta tecnología no solo se usa para materializar diseños simples, como un plato o un vaso, sino que también permite fabricar piezas industriales, prótesis, carrocerías de coches, aviones no tripulados, comida y hasta órganos formados con las células del paciente, lo cual reduce la posibilidad de rechazo en un trasplante.

Este amplio abanico de posibilidades está llevando a las empresas de impresión en 3D a especializarse en un sector determinado, como es el caso de la holandesa ByFlow, que se dedica a la impresión de comida, o de la italiana WASP y la norteamericana Icon Build, especializadas en el sector de la Construcción.

Precisamente, Icon Build, junto a la ONG New Story y la firma Fuseproject, está implicada en un ambicioso proyecto para construir este verano el primer barrio compuesto únicamente por viviendas impresas en 3D. El objetivo es proporcionar más de 50 viviendas a familias vulnerables de Sudamérica, aunque no se ha revelado aún la ubicación concreta.

El diseño y la impresión de casas en 3D permite adaptar la vivienda a las condiciones locales, como el clima o la actividad sísmica. Además, los elementos del interior se construyen simultáneamente a la paredes de la vivienda, lo que reduce tanto el tiempo de construcción como el coste final de la vivienda.

La revolución de la impresión en 3D está impulsando el crecimiento en bolsa de firmas como HP Inc. (NYSE: HPQ), Proto Labs (NYSE:PRLB) o Materialise (NASDAQ: MTLS).