Los microchips subcutáneos con tecnología RFID (Radiofrecuencia de Identificación) no son algo nuevo. Se vienen utilizando desde hace años en animales para identificar y localizar mascotas o ganado.

En cambio, sí es algo más reciente su implantación en personas de forma regulada. Por ejemplo, la Ley sanitaria aprobada durante el gobierno de Obama  incluía un plan para que todos los ciudadanos en EE.UU se implantaran con el tiempo este tipo de microchip, de manera que llevaran siempre encima toda la información identificativa, como la fecha de nacimiento, el grupo sanguíneo, su historial de enfermedades o la cuenta del banco. Y, aunque todavía no se trata de algo oficialmente obligatorio, ya hay muchos estadounidenses que se han implantado voluntariamente este diminuto dispositivo, con el fin de recibir mejor atención y tener una mayor seguridad.

Del mismo modo, en otros países, como Alemania o Suecia, son muchos los que han visto múltiples ventajas en el hecho de llevar bajo la piel un banco de datos del tamaño de un grano de arroz, por lo que no han dudado en implantarse uno .  

Concretamente, Suecia es el país que más rápidamente está adoptando esta tecnología. Se calcula que hay unas 10.000 personas en el mundo con un chip subcutáneo y que el 40% viven en el país escandinavo, donde la sociedad está muy digitalizada y el pago en efectivo prácticamente se ha extinguido. 

Por otro lado, algunas empresas están instando a sus empleados a implantarse el microchip  para ejecutar más cómodamente tareas rutinarias como abrir una puerta o comprar comida en las máquinas de vending.

Además, hace tiempo que estos dispositivos RFID se están usando también con objetivos médicos. Por ejemplo, pueden implantarse cerca de tumores cancerígenos para evitar su crecimiento, midiendo los niveles de oxígeno en el tejido y liberando dosis de quimioterapia si es necesario.

Esta expansión de los implantes subcutáneos está suponiendo un nuevo filón para las firmas proveedoras de tecnología RFID, que ya tenían un nicho expansivo en las aplicaciones de seguridad para la industria minorista. Varias de ellas, como Zebra o Avery Dennison, cotizan en la bolsa americana.