Desde hace años, muchas empresas han ido integrando distintos sistemas de autenticación biométrica, tanto para establecer relaciones más seguras con sus clientes como para agilizar las transacciones comerciales.

Por ejemplo, en Suecia, donde apenas un 15% de los comercios aceptan efectivo, se empezó a experimentar en 2014 con un sistema de pago a través de la mano, que reconocía el patrón de las venas del usuario.

Por otro lado, la autenticación por reconocimiento facial es otro sistema biométrico que ya se ha implementado en muchos aeropuertos para reforzar la seguridad de sus instalaciones y, a la vez, evitar los colapsos, ya que verifica la identidad de los pasajeros en décimas de segundo.

En China, han ido más allá en el uso de este tipo de inteligencia artificial. Actualmente, el país asiático cuenta con la red de cámaras equipadas con reconocimiento facial más grande del mundo y hasta sus policías usan gafas con esta tecnología. Asimismo, los bancos chinos han visto la oportunidad de identificar a posibles defraudadores con un sistema de reconocimiento facial desarrollado por Ping AnTechnology, subsidiaria de la segunda mayor aseguradora del mundo (Ping An).

Lo que hace este sistema es determinar el nivel de fiabilidad de los clientes detectando hasta 54 microexpresiones faciales involuntarias diferentes a través de las cámaras de los móviles o de los sistemas de videovigilancia de los bancos. En caso de que un banco detectara algo sospechoso en un cliente, éste quedaría marcado para una investigación posterior.

Los ingenieros de la compañía desarrolladora aseguran que el sistema es fiable casi al 100% y que puede ayudar a reducir las pérdidas de los bancos en un 60%.Sin embargo, el uso de esta tecnología también plantea problemas éticos y dudas legales en otros ámbitos legislativos, como el europeo.