Los grandes bancos del Ibex 35 no han conseguido frenar la caída de su facturación básica ni la pérdida de su capitalización bursátil. La caída anual acumulada supera ya los 21.000 millones de euros.

Estos malos resultados demuestran que no han funcionado las medidas que la banca ha tomado para tratar de amortiguar el daño que los bajos tipos de interés (incluso tipos negativos) están haciendo a sus cuentas, al haber abaratado los préstamos y, por tanto, el margen de intereses del sector.

Ni el cierre de oficinas, ni los despidos masivos de empleados, ni la reducción de la remuneración de los depósitos, ni la venta de fondos de inversión, ni el aumento de las comisiones (que ya suponen el 33% de los ingresos de la banca en España) ni tampoco las soluciones digitales están consiguiendo impulsar los ingresos de los bancos y la confianza de los inversores.

Hace una semana, por ejemplo, las seis entidades más grandes de España (Sabadell, Bankia, Bankinter, BBVA, Caixabank y Santander) se dejaban en bolsa más de 7.000 millones de euros en siete sesiones, con caídas acumuladas de hasta el -7,75%.

Otra estrategia que ha intentado la banca española para salir del declive ha sido la búsqueda de nuevos mercados, principalmente en países emergentes, como Brasil, México o Turquía, donde llegaban grandes flujos de efectivo en los peores años de la crisis. Era una forma de aumentar el balance y de diversificar riesgos, pero tropezaron con la inestabilidad de la política monetaria en esos países, que llevó a la depreciación de las monedas nacionales.

Por su parte, los bancos que apostaron por un país desarrollado y con una economía estable, como es el Reino Unido, se vieron años después expuestos a la incertidumbre derivada del Brexit.

La gran banca española se enfrenta, pues, a un difícil reto, sobre todo si tenemos en cuenta que el Banco Central Europeo (BCE) ha pospuesto la subida de los tipos para después del verano de 2019.