Resulta prácticamente imposible escuchar la palabra "subprime" y no pensar en las hipotecas basura que, a principios de este siglo, los bancos concedieron indiscriminadamente a personas con escasa solvencia y que desencadenaron la mayor depresión económica que se recuerda desde la II Guerra Mundial.

Recordemos que las hipotecas "subprime" son préstamos inmobiliarios de alto riesgo para personas con poca liquidez para mantenerlos.

Por el temor a la crisis hipotecaria, el 9 de agosto de 2007, el Dow Jones cerró con la mayor caída en cuatro años. Se derrumbó el mercado de crédito, desaparecieron bancos, otros se rescataron y en EE.UU, se perdieron 8,7 millones de empleos en año y medio. El S&P 500 perdió la mitad de su valor.

Sin embargo, diez años después de aquella catástrofe financiera de alcance mundial, algunos grandes bancos (Goldman Sachs, Pimco...), tentados por las altas rentabilidades de los activos de alto riesgo, volvieron a confiar en las hipotecas "subprime" hasta el punto de que estos préstamos se convirtieron en su producto estrella.
En 2017, los bonos hipotecarios Alt-A (de menor riesgo que las "subprime"), subieron un 6,3%, mientras que los préstamos hipotecarios "subprime" lo hicieron en torno al 6,9%.

No obstante, tal vez para alejar los fantasmas del pasado, el nombre "hipotecas subprime" cayó en desuso y los fondos empezaron a utilizar el término "hipotecas non-prime" para referirse a aquellas que no cumplían con los requisitos de las autoridades.

Una forma que tienen los bancos y otras entidades de cumplir con los nuevos requisitos es emitiendo una "hipoteca calificada", en la que los solicitantes deben tener una ratio deuda- ingresos del 43% como máximo. estas hipotecas representan la mayor parte del mercado de créditos para la vivienda de Estados Unidos.